El desarrollo de un niño: Atención y alimentación

Mantener la atención de un niño es el desafío diario de todo maestro. Planeamos las lecciones con esa idea en mente, buscamos nuevos métodos de enseñanza para ser más dinámicos en la clase, nos entrenamos para practicar el refuerzo positivo como si fuera nuestra religión. En esencia, hacemos todo lo posible por ser divertidos y entretenidos para que los niños presten atención. Pero, ¿depende de nosotros por completo?

Por favor, levanten la mano en cualquier momento si la siguiente escena les suena familiar: Hacen una explicación atractiva y bien planeada sobre un tema de la unidad que están estudiando con su clase. Tus palabras han sido elegidas con mucho cuidado y has reducido tu discurso a instrucciones mínimas para permitir más tiempo para la perforación y la práctica para que los estudiantes tomen un papel más activo en el proceso de aprendizaje. ¡Lo estás clavando! Los niños te miran, con las manos sobre la mesa y has conseguido crear una de esas raras atmósferas de silencio absoluto. Es el paraíso. Ha llegado el momento de que empieces a hacer preguntas para comprobar su comprensión. Disparas tu primera pregunta, para la cual obtienes una respuesta incompleta. No importa, te dices a ti mismo, probemos con otra persona. Pasas al segundo estudiante y… ¿Podría repetir la pregunta, profesor? Bien, repetiré la pregunta… Y varios intentos fallidos después, levantas los brazos con desesperación y empiezas a preguntarte qué has hecho mal.

Te frustras, los niños sienten tu decepción y se sienten mal consigo mismos. ¡El proceso de aprendizaje ha fallado! Has fracasado como profesor y probablemente deberías empezar a buscar otro trabajo. Excepto que tal vez no deberías. Tal vez hay una cosa que podríamos pasar por alto cuando planeamos y llevamos a cabo nuestras lecciones.

Volvamos a esa atmósfera de silencio y atención completa. ¿Qué hora es? ¿Es el primer período, tal vez? ¿El segundo? Sus alumnos han pasado sólo una o dos horas en la escuela, así que apenas pueden estar cansados, ¿verdad? ¿Estos niños no desayunan por la mañana o qué? Te preguntas… ¡Oh! ¡Mierda!

Saltarse el desayuno priva al cerebro de la glucosa que necesita para funcionar. Según un estudio realizado por los nutricionistas y pediatras indios Dr. Nitin Gajre, Dr. Nagalla Balakrishna, Dr. Sylvia Fernandez-Rao y Dr. Shahnaz Vazir sobre la influencia del desayuno en los niveles de atención de los niños en edad escolar, “El intervalo de unas 10 a 12 horas entre la cena y el desayuno provoca que los niveles de glucosa en sangre bajos y la falta habitual de desayuno puedan afectar negativamente al rendimiento cognitivo”. En el estudio se somete a prueba a diferentes grupos de niños de distintos orígenes y contextos sobre su consumo habitual de desayuno y se establece una relación con la atención, la concentración y la memoria. A continuación, afirma que “los niños que se saltan el desayuno […] tienen pocas probabilidades de asistir a la clase de la mañana y concentrarse en ella porque tienen hambre”.

Por lo tanto, una habilidad extremadamente beneficiosa en la que cualquier profesor puede trabajar es ser consciente del entorno y el contexto en el que estamos enseñando. Si eres un maestro y estás leyendo esto, trata de recordarlo la próxima vez que entres a un salón de clases.

Esto es particularmente importante en áreas o contextos socio-económicos donde los estudiantes que se saltan el desayuno son más bien el desafío común a encontrar. Y si replicamos sus efectos diariamente, las posibilidades de que el daño cognitivo sea incalculable. En otras palabras, si “saltarse el desayuno se produjera con frecuencia, sería probable que tuviera un efecto adverso acumulativo que podría poner en riesgo el progreso escolar de un niño”[i].

Como profesores internacionales en cualquier entorno escolar subdesarrollado, no podemos esperar que los niños se desempeñen como sus pares en nuestro país de origen. Debemos tener siempre en cuenta todos los factores para desarrollar mejor un plan que aborde los problemas a los que nos enfrentamos y estar dispuestos a aceptar que el rendimiento de un niño difiere de un país a otro debido a la realidad que cada uno de ellos vive. Lo mejor es dejar nuestras expectativas preconcebidas en la puerta antes de entrar en nuestra aula y mostrar nuestra mejor enseñanza sin imponer ninguno de nuestros prejuicios aprendidos sobre lo que es o no es un buen estudiante.

[i] Gajre et al. (2008) ‘Breakfast Eating Habit and its Influence on Attention-concentration, Immediate Memory and School Achievement’ in Indian Pediatrics volume 45, October 17. National Institute of Nutrition. Hyderabad, India

 

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