Me llamo Encarni, soy madre, maestra de Educación Especial, tengo 44 años y durante mucho tiempo soñé con hacer voluntariado en África.
Conocí a Sam de la mano de un programa de TV autonómica: “Andaluces por el mundo” y me dio tanta confianza que desde aquel momento empezó a rondarme por la cabeza la idea de ir y vivir esa realidad de primera mano junto a mi familia. Le escribí un correo, preguntándole por la posibilidad de llevar a mis hijos, a lo que me contestó que sería una experiencia fantástica. Ya no volví a cuestionármelo más.
Una vez llegas al cole, los niños y niñas, te aceptan como una teacher más, ofreciéndote todo el cariño y respeto que son capaces de dar que es muchísimo más del que yo nunca hubiera esperado recibir. Niños alegres, que aún pasando por situaciones complicadas, por las que si se nos diera el caso, algunos no levantaríamos cabeza, son capaces de sonreír y de seguir viviendo, esperanzados en ser felices.
Por supuesto, el profesorado, sobradamente preparado y con una metodología basada en el cariño, también han mostrado su cercanía y amabilidad hacia nosotros. Docentes que, aún sin tener los recursos con los que contamos en las escuelas españolas, son capaces de crear escenarios y montar clases sorprendentes, donde acaparan la atención de la totalidad del alumnado.
Es verdad que las escuelas tanzanas carecen de los recursos materiales del sistema educativo europeo, pero en contrapartida, son muy afortunadas en recursos naturales. En sus patios de recreo hay mucho polvo, pero también hay areneros donde los niños y niñas desarrollan su ingenio creando con sus manos; no hay papeleras, pero el suelo está limpio porque no hay plásticos, ni papel de aluminio para tirar. He podido disfrutar de todo tipo de insectos, mariposas, aves, hasta plantas y árboles que dan sombra y frutos, en lugar de suelos de hormigón; también de setos que delimitan la escuela, en vez de barrotes. Sus aulas son tan libres que hasta nidos de pájaros hay dentro de ellas.
Por supuesto, debo hacer especial mención a todo el personal de mantenimiento, cocina y limpieza: de buen humor y muy hospitalario.
Y qué decir de mis compañeros de fatigas, siempre los llevaré en el corazón: Tammy, Manrique, Claudia y Albert.
La ONG, btl me ha dado la oportunidad de conocer otro contexto diferente de mi cómoda vida: niños que trabajan acompañando al ganado, acarreando agua una vez terminan su jornada escolar, haciendo largas caminatas para ir al cole, cuidando literalmente de hermanos menores en sus espaldas, jugando con ruedas viejas, con palos, semillas, hojas y hasta descalzos…
He podido contemplar casas de colores a medio hacer, ropa tendida, mujeres lavando en los ríos, vehículos sobrecargados, el caos de las urbes; también puestas de sol increíbles, cielos anaranjados, rojizos y ocres; aromas a fruta, café y a especias que contrastan con intensos olores a trabajo, sudor, humedad, arena o polvo.
África, es un continente inmensamente rico, donde su flora y su fauna resisten en estado salvaje y puro la mano del depredador más destructor de todos, al que no hace falta nombrar.
Lemas de vida y del país: “Hakuna Matata” y “Pole Pole” están presentes en cada una de las personas tanzanas con las que me he encontrado. Frases muy significativas que nos hacen reflexionar sobre el modo de vida que impera en Europa: prisas, estrés, tensiones… que en la mayoría de los casos, terminan manifestándose en problemas psicológicos.
Lo que se conoce como “movimiento slow”, estas sabias gentes llevan generaciones aplicándolo.
Llevar a cabo esta experiencia en la que llevaba tanto tiempo imaginando, me ha supuesto un sueño cumplido, un enriquecimiento personal a todos los niveles y un proyecto que he tenido la suerte de compartir con mi familia: mis dos hijos y mi marido. Espero volver pronto.
Hace tiempo soñé con ir a África y un día lo conseguí.
Gracias Mamá Sam y gracias, Jorge!